miércoles, 15 de febrero de 2012

MÁS ÉTICA

LA ILUSIÓN – La alegría de vivir
(Miguel-Ángel Martí García)

.... Tener el día por delante para diseñarlo como queramos es una aventura que se nos ofrece como una ilusión. Corremos el riesgo de fracasar. De convertir en una frustración lo que esperábamos fuera gratificante. Pero en ese riesgo precisamente está la aventura. Si conseguimos espantar el aburrimiento y la depresión nuestra conquista habrá valido la pena. Saldremos de ella más fortalecidos y con una renovada ilusión para hacer de “nuestro tiempo” un encuentro personal lleno de resonancias afectivas. No saber qué hacer es situarse en el ámbito del aburrimiento, de la angustia, del desencuentro. Dependerá de nuestra calidad de vida transformar el ocio en un espacio lleno de sentido. Dependerá también de nuestra capacidad de estar sin compañía, para que la soledad no se derrumbe sobre nosotros ahogándonos con su peso. Ser hombre es algo más que la capacidad de realizar unas actividades –también las profesionales-, ser hombre es hacer de la soledad un espacio abierto a la fecundidad. Estar siempre distraido con los otros es la forma más eficaz de no tenernos nunca a nosotros mismos. Es necesaria la ascética de la soledad para hablar de vida auténtica. Quien no sea capaz de pasar este rubicón –de la soledad- habrá de reconocer que al menos no ha conquistado la madurez humana. Ser hombre es resistirse a sí mismo encontrando sentido en este aparente no hacer nada, donde emerge espontáneamente la cuestión humana: es decir, el sentido de mi vida. Es curioso que sea en esos momentos libres de imperativos, en los que el hombre se siente más suelto, cuando surjen en su horizonte preguntas de envergadura filosófico-existencial. El trabajo con su rutina, con su exijencia, puede –no siempre es así- alienarnos y dar un cierto automatismo a nuestra vida, haciéndola más o menos vivible. Sin embargo, cuando la ocupación deja paso al ocio, éste, desembarazado de todo artificio, se nos muestra exigente en nuestros planteamientos vitales, y si no los hay se venga con un desfondamiento donde acuden la tristeza, la angustia y la depresión.

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